martes, 24 de diciembre de 2013

¿MARCHENERA, TAFALLERA O NICANORA?

¿Español o mexicano?

Otro lance español que salió de México
(Publicado por “Guias Taurinas” Cali XII 30 de 1998)
Por: Jorge Arturo Diaz Reyes

"El Marchenero"                                            La Marchenera                                                Nicanor Villalta

Este lance llamado indistintamente de las cuatro maneras (Marchenera, Tafallera, Nicanora o Villaltina), fue creación del matador español, El Marchenero” Luís Muñoz Hoyos, en México, alrededor del año 1910. Allí, de él, debió aprenderla Nicanor Villalta, quien vivió y se inició en ese país como novillero, y luego la popularizó en España, ejecutándola por primera vez en Tafalla, quizás en 1919 o a comienzos de los años veinte, razón por la cual comenzaron a llamarla Tafallera, y en su honor también Villaltina o Nicanora.

“El Marchenero” nació en Marchena (Sevilla) el 26 de agosto de 1886. El 20 de junio de 1909 se presentó sin éxito en la plaza de Carabanchel, después de lo cual viajó a México donde, según Cossío, alternó con matadores de toros en muchas corridas.


El 2 de junio de 1912 hizo su debut en Sevilla sin convencer, y el 15 de agosto de 1915 en Madrid, siendo reseñada su actuación por la revista Sol y Sombra,así: En su primero solo pudo dar uno de esos lances de capa suyos, bautizados con el remoquete de “marcheneras”, que consisten en tomar el capote a dos manos, citar al toro y pasar aquel a guisa de muleta por los lomos del animal.

No fue brillante la carrera de este torero, murió en el olvido, pero la suerte que creó mantiene vivo su recuerdo. No sería justo quitarle su nombre.

Se cita de frente o medio pecho, abriendo el compás o no, y con la capa cogida por delante, a dos manos, como para una verónica. Al llegar el toro a jurisdicción, la mano de salida cambia de posición con la próxima al cuerpo, mientras el hombre gira el tronco en el mismo sentido del viaje, al tiempo que alza y extiende los brazos, invirtiendo y desplegando el capote al aire, para que el toro pase por debajo.

Es confundida frecuentemente con la Espaldina, Miguelina (Miguel Mateo “Miguelín”) o Rodolfina (Rodolfo Rodríguez “El Pana”), lance distinto, aunque se le parezca en el alzar los brazos, por cuanto este se cita y se pasa por la espalda, mientras en la marchenera el cite se hace de frente y el animal pasa por el pecho del torero.

sábado, 21 de diciembre de 2013

¿CACERINA, ROGERINA O TAPATÍA?

¿Una suerte colombiana?
(Publicado por la Revista Tendido 4, Peña La Sultana de Cali, diciembre de 1989)
Por: Jorge Arturo Díaz Reyes
La Cacerina frente a la Monumental de Manizales. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Si algo han aportado los toreros americanos al repertorio de la tauromaquia es la variedad barroca y pintoresca de su juego con la  capa.


La Cacerina es un lance creado por el matador colombiano Pepe Cáceres en su época de novillero y presentado por primera vez en la plaza de toros de Manizales (Colombia) el 31 de enero de 1959, ante un toro de Miura, alternando con Vásquez II y Victoriano Cueva Roger (Roger Valencia), "quien la ejecutó por primera vez, vestido de luces, en la plaza  de toros de San Sebastián (España) en 1963" (1), cuatro años después, desde cuando allí comenzaron a llamarla Rogerina.

Este lance (Cacerina-Rogerina) se usa para llevar el toro al caballo, se cita de costado, con el capote a la espalda, mostrado de revés (cara amarilla),  entre toro y torero, cogido con una mano frente a la cara y la otra, tras el cuerpo, bajo la cintura. Al embroque, se baja la mano alta, cambiando la capa a su lado natural y se manda el toro por bajo, hacia atrás, mientras se da un paso, se gira el cuerpo y se queda en suerte para la siguiente.  

A diferencia de la Tapatía lance creado por el mexicano Pepe Ortiz en la plaza del Toreo de México el 2 de noviembre de 1927, alternando mano a mano con Armillita frente a toros de Atenco, y la cual se cita de frente, no de costado, con el capote mostrado por el derecho (cara rosa), cogido con ambas manos tras el cuerpo, no entre torero y toro, y al embroque se  retira el capote, deslizando ambos brazos tras el cuerpo en sentido lateral, no mandando atrás, enroscándose el toro y dando un giro sobre los pies para quedar en suerte. Se usan como quite, luego de la suerte de varas, no antes. 

Según el picador Melanio Murillo, maestro de Cáceres, la Cacerina está inspirada en la Tapatía de Pepe Ortiz, suerte totalmente diferente, como hemos explicado, pero con la cual se confunde frecuentemente. 

(1) Rogerina, Diccionario Ilustrado de Términos   Taurinos, Luis Nieto Manjón, Espasa CalpeMadrid, 1987, Pag. 374

jueves, 19 de diciembre de 2013

CURRO EN SÍ

La esencia de las cosas
(A propósito del libro de Antonio Burgos)
(Publicado en abril del 2000 por Burladero.com)


Por: Jorge Arturo Díaz Reyes



José Barney, un amigo colombiano que fue a Las Fallas (2000), me trajo de regalo "Curro Romero. La esencia". Lo he leído con deleite, con tiempo, con temple, tal como allí opina el maestro que se deben hacer las cosas.

Sé que "burladero.com" ya publicó, en la sección de libros, una reseña escrita por Jorge Cebrián, a la cual yo no podría quitar ni agregar nada. Sin embargo, a riesgo de abundar, de repetir mal aquello que ya se dijo bien, he cedido a la tentación de comentar la lectura (manía de aficionado).
 
Lo primero; es una buena biografía. Y lo seguiría siendo, así no fuera la de Curro, ni la de un torero, ni la de un personaje célebre. Lo sería por propio mérito, a despecho de que el protagonista hubiese sido diferente; un ser anónimo por ejemplo, como ha sucedido con tantos buenos libros. Pues la literatura, dicen, es el arte de hacer pequeñas las cosas grandes y grandes las cosas pequeñas.
 
Pero además de su intrínseca virtud libresca, este, contiene la memoria de Curro, del torero, del célebre personaje. La vida de un artista legendario, cuasi-deificado, contada como pequeña historia, sin alarde, sencillamente y en primera persona de principio a fin. El Faraón ha encontrado digno escriba.
 
Por ahí, por la técnica narrativa, emparenta con otros monólogos autobiográficos de toreros: con el de Lalanda octogenario, escrito por Amorós en el 87, o con el que esa otra leyenda, Juan Belmonte, le dictara a Manuel Chaves Nogales, hace sesenta y cinco años; veintisiete antes de matarse, como si lo que le sucediera después, retirado del toreo, no contase para la historia de su vida. Algunos dicen (y escriben) que es el mejor libro de toros.

Y es que estos libros así, atrapan, tienen el tono íntimo de la confidencia, de la complicidad, de la confesión susurrada en el rincón de la tertulia. Hablan mucho y hondo de toros, de toreros, de toreo, de públicos, de taurinos, de la vida. Llegan a la gente, pero más a los aficionados, que absortos en sus líneas, pueden hasta oír la voz del relator, el resoplar del toro, sentir su presencia y calar más en los misterios de su credo.
Es un lujo "escuchar" por obra y arte de Antonio Burgos, tan cerca y largamente a este torero excepcional, controvertido, que lleva casi medio siglo en los ruedos, a este hombre tímido, de pocas palabras, de menos entrevistas, que se conoce tanto a sí mismo, que conoce tanto su oficio, que conoce tanto a los demás, que es dueño de tan campechana sabiduría, de tan llano y valiente lenguaje.
 
Qué placer, también, sentarse uno en silencio y página tras página, dejar hablar y hablar con su modo andaluz, algo burlón, a este torero viejo, terco en la esencia de las cosas, devoto de su verdad, tenaz en su manifiesto de artista fiel a sí mismo, involuntario creador de una "religión" y de una tauromaquia cuya singularidad definió así un colega suyo: lo que hace Curro (con el toro) no es capaz de hacerlo ninguno... ¡sin el toro!.
 
 
Publicado en abril de 2000 por www.burladero.comy www.antonioburgos.com/libros/



miércoles, 18 de diciembre de 2013

UNA LANZA POR LOS "MALOS"

¡La vuelta! ¡La vuelta!

Jorge Arturo Díaz Reyes


Parecía, Cañaveralejo, la plaza que desde hace muchos años da más festejos por temporada en Colombia, renunciaba en este 2013 a su tradicional pre feria y se quedaría solo con los siete del ciclo ferial cayendo de una, estadísticamente, del primero al cuarto lugar en el país. Parecía, venía y dolía.

Pero de pronto apareció Edwin Salazar, matador de toros, empresario incipiente y desfacedor de entuertos. Le vendió la idea a la Plaza de Toros de Cali S.A. propietaria y gestora, después asumió todos los riesgos y todos los esfuerzos, y al final sorprendió, convenció y coronó salvando la tradición y la categoría de la plaza. Faena de valiente, faena de tesón, faena de torero.

Sin duda montó una de las mejores. Para el recuerdo,  y eso que por ella en el pasado no lejano, y en medio de llenos, desfilaron novilleros inolvidables como El Juli, Castella, Perera, Bolívar. Primero, por la organización (perfecta no, eso no existe, pero encomiable sí), desde las porterías hasta la banda.

Segundo, por el ganado, presentación y casta en alto porcentaje con la emoción consecuente. Luego, por la selección de los novilleros, que dejan una estela de ilusión; el venezolano Colombo, el manizaleño Hurtado, el bogotano Alzate, el payanés Valencia, el caleño Salcedo se revelaron y pusieron cada uno a su turno y a su modo la plaza en ascuas. 

Finalmente, por la convocatoria de todas las voluntades del toro que contagiadas acompañaron la gesta. El público no tanto, como era costumbre, pero sí más que el pasado año, y seguramente menos que el próximo. Porque Salazar debe repetir, los triunfadores repiten.

Hablar mal de los empresarios es el deporte rey en el mundo del toro. Son los inveterados “malos de la película” (según los “buenos”), algunos lo merecen, cierto, pero sin ellos no hay fiesta. Se arriesgan, sudan, fallan, aciertan, fracasan, triunfan; su miedos, sus cornadas, sus dolores no salen en los medios, en los poemas, en las pinturas. No dan vueltas al ruedo ni les llevan a hombros. Ganan, cuando ganan, y se le mira con recelo. Pierden, cuando pierden, y se les abandona. Edwin Salazar, uno modesto y teso, ha partido una lanza por todos ellos en Cali. Dan ganas de gritar ¡La vuelta! ¡La vuelta!



viernes, 6 de diciembre de 2013

MADRID 1991 - 2000

La década dorada de Rincón

Por. Jorge Arturo Díaz Reyes
Noviembre 4 de 1990, feria de la agricultura en Palmira. Matando a “Baratero” de Ambaló, le corta las orejas y sufre una cornada gravísima. “Si se salva el hombre no se salvará el torero”, dijeron. Así de mala mente abrió la época.

Un mes después gana el trofeo de la feria de Quito, a continuación los dos de la feria de Cali (triunfador y mejor faena), que le había firmado cuatro corridas cuando las otras plazas nacionales no quisieron arriesgar contratándolo, y seis meses más tarde abre por primera vez la puerta grande de Las Ventas.
La plaza de Madrid ha recordado en el ciclo “Una década de toreo”, su sorprendente y ahora histórico paso por ella. Pusieron su foto a hombros en la cabecera del portal. Ya le habían colocado antes una placa mural de honor, entre las de Antonio Ordóñez y Antoñete, nada menos, y publicaron un especial con los datos del período.

Buenos datos. Pero las frías estadísticas no pueden traducir el fragor de aquellos años buenos en que para brillar hubo de no dejarse borrar por las luces de Ortega Cano, Espartaco,“Joselito”, José Tomás, Enrique Ponce, Uceda y al final del Juli, entre otros.
La esencia del toreo es intraducible a las matemáticas, como también lo es a los lenguajes de la pintura, la escultura, el cine, el video, el Internet y la literatura, por mucho y bellamente que se hayan esforzado en capturarla. Hay que vivirla, hay que haber estado ahí, ahí mismo.

Esa década, marcada a fuego en la piel y en la sangre del pequeño bogotano, en el recuerdo de quienes fuimos testigos y como el coro griego replicantes, y en los archivos y videotecas, va más allá del cliché de la cuatro puertas grande consecutivas en el 91, de la feroz batalla con “Bastonito” en el 94, de las apoteosis en otras plazas y de los faenones malogrados con la espada.
¿Cómo la construyó? Quizá solo haciendo lo que Joaquín Vidal adivinó en su crónica “La gran conmoción”, del País el 2 de octubre del 91: Nada nuevo ocurrió… Pero había quienes no habían visto jamás lo que es el toreo puro y, precisamente, eso fue lo que César Rincón reverdeció en el ruedo de Las Ventas.”