martes, 24 de diciembre de 2013

¿MARCHENERA, TAFALLERA O NICANORA?

¿Español o mexicano?

Otro lance español que salió de México
(Publicado por “Guias Taurinas” Cali XII 30 de 1998)
Por: Jorge Arturo Diaz Reyes

"El Marchenero"                                            La Marchenera                                                Nicanor Villalta

Este lance llamado indistintamente de las cuatro maneras (Marchenera, Tafallera, Nicanora o Villaltina), fue creación del matador español, El Marchenero” Luís Muñoz Hoyos, en México, alrededor del año 1910. Allí, de él, debió aprenderla Nicanor Villalta, quien vivió y se inició en ese país como novillero, y luego la popularizó en España, ejecutándola por primera vez en Tafalla, quizás en 1919 o a comienzos de los años veinte, razón por la cual comenzaron a llamarla Tafallera, y en su honor también Villaltina o Nicanora.

“El Marchenero” nació en Marchena (Sevilla) el 26 de agosto de 1886. El 20 de junio de 1909 se presentó sin éxito en la plaza de Carabanchel, después de lo cual viajó a México donde, según Cossío, alternó con matadores de toros en muchas corridas.


El 2 de junio de 1912 hizo su debut en Sevilla sin convencer, y el 15 de agosto de 1915 en Madrid, siendo reseñada su actuación por la revista Sol y Sombra,así: En su primero solo pudo dar uno de esos lances de capa suyos, bautizados con el remoquete de “marcheneras”, que consisten en tomar el capote a dos manos, citar al toro y pasar aquel a guisa de muleta por los lomos del animal.

No fue brillante la carrera de este torero, murió en el olvido, pero la suerte que creó mantiene vivo su recuerdo. No sería justo quitarle su nombre.

Se cita de frente o medio pecho, abriendo el compás o no, y con la capa cogida por delante, a dos manos, como para una verónica. Al llegar el toro a jurisdicción, la mano de salida cambia de posición con la próxima al cuerpo, mientras el hombre gira el tronco en el mismo sentido del viaje, al tiempo que alza y extiende los brazos, invirtiendo y desplegando el capote al aire, para que el toro pase por debajo.

Es confundida frecuentemente con la Espaldina, Miguelina (Miguel Mateo “Miguelín”) o Rodolfina (Rodolfo Rodríguez “El Pana”), lance distinto, aunque se le parezca en el alzar los brazos, por cuanto este se cita y se pasa por la espalda, mientras en la marchenera el cite se hace de frente y el animal pasa por el pecho del torero.

sábado, 21 de diciembre de 2013

¿CACERINA, ROGERINA O TAPATÍA?

¿Una suerte colombiana?
(Publicado por la Revista Tendido 4, Peña La Sultana de Cali, diciembre de 1989)
Por: Jorge Arturo Díaz Reyes
La Cacerina frente a la Monumental de Manizales. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes
Si algo han aportado los toreros americanos al repertorio de la tauromaquia es la variedad barroca y pintoresca de su juego con la  capa.


La Cacerina es un lance creado por el matador colombiano Pepe Cáceres en su época de novillero y presentado por primera vez en la plaza de toros de Manizales (Colombia) el 31 de enero de 1959, ante un toro de Miura, alternando con Vásquez II y Victoriano Cueva Roger (Roger Valencia), "quien la ejecutó por primera vez, vestido de luces, en la plaza  de toros de San Sebastián (España) en 1963" (1), cuatro años después, desde cuando allí comenzaron a llamarla Rogerina.

Este lance (Cacerina-Rogerina) se usa para llevar el toro al caballo, se cita de costado, con el capote a la espalda, mostrado de revés (cara amarilla),  entre toro y torero, cogido con una mano frente a la cara y la otra, tras el cuerpo, bajo la cintura. Al embroque, se baja la mano alta, cambiando la capa a su lado natural y se manda el toro por bajo, hacia atrás, mientras se da un paso, se gira el cuerpo y se queda en suerte para la siguiente.  

A diferencia de la Tapatía lance creado por el mexicano Pepe Ortiz en la plaza del Toreo de México el 2 de noviembre de 1927, alternando mano a mano con Armillita frente a toros de Atenco, y la cual se cita de frente, no de costado, con el capote mostrado por el derecho (cara rosa), cogido con ambas manos tras el cuerpo, no entre torero y toro, y al embroque se  retira el capote, deslizando ambos brazos tras el cuerpo en sentido lateral, no mandando atrás, enroscándose el toro y dando un giro sobre los pies para quedar en suerte. Se usan como quite, luego de la suerte de varas, no antes. 

Según el picador Melanio Murillo, maestro de Cáceres, la Cacerina está inspirada en la Tapatía de Pepe Ortiz, suerte totalmente diferente, como hemos explicado, pero con la cual se confunde frecuentemente. 

(1) Rogerina, Diccionario Ilustrado de Términos   Taurinos, Luis Nieto Manjón, Espasa CalpeMadrid, 1987, Pag. 374

jueves, 19 de diciembre de 2013

CURRO EN SÍ

La esencia de las cosas
(A propósito del libro de Antonio Burgos)
(Publicado en abril del 2000 por Burladero.com)


Por: Jorge Arturo Díaz Reyes



José Barney, un amigo colombiano que fue a Las Fallas (2000), me trajo de regalo "Curro Romero. La esencia". Lo he leído con deleite, con tiempo, con temple, tal como allí opina el maestro que se deben hacer las cosas.

Sé que "burladero.com" ya publicó, en la sección de libros, una reseña escrita por Jorge Cebrián, a la cual yo no podría quitar ni agregar nada. Sin embargo, a riesgo de abundar, de repetir mal aquello que ya se dijo bien, he cedido a la tentación de comentar la lectura (manía de aficionado).
 
Lo primero; es una buena biografía. Y lo seguiría siendo, así no fuera la de Curro, ni la de un torero, ni la de un personaje célebre. Lo sería por propio mérito, a despecho de que el protagonista hubiese sido diferente; un ser anónimo por ejemplo, como ha sucedido con tantos buenos libros. Pues la literatura, dicen, es el arte de hacer pequeñas las cosas grandes y grandes las cosas pequeñas.
 
Pero además de su intrínseca virtud libresca, este, contiene la memoria de Curro, del torero, del célebre personaje. La vida de un artista legendario, cuasi-deificado, contada como pequeña historia, sin alarde, sencillamente y en primera persona de principio a fin. El Faraón ha encontrado digno escriba.
 
Por ahí, por la técnica narrativa, emparenta con otros monólogos autobiográficos de toreros: con el de Lalanda octogenario, escrito por Amorós en el 87, o con el que esa otra leyenda, Juan Belmonte, le dictara a Manuel Chaves Nogales, hace sesenta y cinco años; veintisiete antes de matarse, como si lo que le sucediera después, retirado del toreo, no contase para la historia de su vida. Algunos dicen (y escriben) que es el mejor libro de toros.

Y es que estos libros así, atrapan, tienen el tono íntimo de la confidencia, de la complicidad, de la confesión susurrada en el rincón de la tertulia. Hablan mucho y hondo de toros, de toreros, de toreo, de públicos, de taurinos, de la vida. Llegan a la gente, pero más a los aficionados, que absortos en sus líneas, pueden hasta oír la voz del relator, el resoplar del toro, sentir su presencia y calar más en los misterios de su credo.
Es un lujo "escuchar" por obra y arte de Antonio Burgos, tan cerca y largamente a este torero excepcional, controvertido, que lleva casi medio siglo en los ruedos, a este hombre tímido, de pocas palabras, de menos entrevistas, que se conoce tanto a sí mismo, que conoce tanto su oficio, que conoce tanto a los demás, que es dueño de tan campechana sabiduría, de tan llano y valiente lenguaje.
 
Qué placer, también, sentarse uno en silencio y página tras página, dejar hablar y hablar con su modo andaluz, algo burlón, a este torero viejo, terco en la esencia de las cosas, devoto de su verdad, tenaz en su manifiesto de artista fiel a sí mismo, involuntario creador de una "religión" y de una tauromaquia cuya singularidad definió así un colega suyo: lo que hace Curro (con el toro) no es capaz de hacerlo ninguno... ¡sin el toro!.
 
 
Publicado en abril de 2000 por www.burladero.comy www.antonioburgos.com/libros/



miércoles, 18 de diciembre de 2013

UNA LANZA POR LOS "MALOS"

¡La vuelta! ¡La vuelta!

Jorge Arturo Díaz Reyes


Parecía, Cañaveralejo, la plaza que desde hace muchos años da más festejos por temporada en Colombia, renunciaba en este 2013 a su tradicional pre feria y se quedaría solo con los siete del ciclo ferial cayendo de una, estadísticamente, del primero al cuarto lugar en el país. Parecía, venía y dolía.

Pero de pronto apareció Edwin Salazar, matador de toros, empresario incipiente y desfacedor de entuertos. Le vendió la idea a la Plaza de Toros de Cali S.A. propietaria y gestora, después asumió todos los riesgos y todos los esfuerzos, y al final sorprendió, convenció y coronó salvando la tradición y la categoría de la plaza. Faena de valiente, faena de tesón, faena de torero.

Sin duda montó una de las mejores. Para el recuerdo,  y eso que por ella en el pasado no lejano, y en medio de llenos, desfilaron novilleros inolvidables como El Juli, Castella, Perera, Bolívar. Primero, por la organización (perfecta no, eso no existe, pero encomiable sí), desde las porterías hasta la banda.

Segundo, por el ganado, presentación y casta en alto porcentaje con la emoción consecuente. Luego, por la selección de los novilleros, que dejan una estela de ilusión; el venezolano Colombo, el manizaleño Hurtado, el bogotano Alzate, el payanés Valencia, el caleño Salcedo se revelaron y pusieron cada uno a su turno y a su modo la plaza en ascuas. 

Finalmente, por la convocatoria de todas las voluntades del toro que contagiadas acompañaron la gesta. El público no tanto, como era costumbre, pero sí más que el pasado año, y seguramente menos que el próximo. Porque Salazar debe repetir, los triunfadores repiten.

Hablar mal de los empresarios es el deporte rey en el mundo del toro. Son los inveterados “malos de la película” (según los “buenos”), algunos lo merecen, cierto, pero sin ellos no hay fiesta. Se arriesgan, sudan, fallan, aciertan, fracasan, triunfan; su miedos, sus cornadas, sus dolores no salen en los medios, en los poemas, en las pinturas. No dan vueltas al ruedo ni les llevan a hombros. Ganan, cuando ganan, y se le mira con recelo. Pierden, cuando pierden, y se les abandona. Edwin Salazar, uno modesto y teso, ha partido una lanza por todos ellos en Cali. Dan ganas de gritar ¡La vuelta! ¡La vuelta!



viernes, 6 de diciembre de 2013

MADRID 1991 - 2000

La década dorada de Rincón

Por. Jorge Arturo Díaz Reyes
Noviembre 4 de 1990, feria de la agricultura en Palmira. Matando a “Baratero” de Ambaló, le corta las orejas y sufre una cornada gravísima. “Si se salva el hombre no se salvará el torero”, dijeron. Así de mala mente abrió la época.

Un mes después gana el trofeo de la feria de Quito, a continuación los dos de la feria de Cali (triunfador y mejor faena), que le había firmado cuatro corridas cuando las otras plazas nacionales no quisieron arriesgar contratándolo, y seis meses más tarde abre por primera vez la puerta grande de Las Ventas.
La plaza de Madrid ha recordado en el ciclo “Una década de toreo”, su sorprendente y ahora histórico paso por ella. Pusieron su foto a hombros en la cabecera del portal. Ya le habían colocado antes una placa mural de honor, entre las de Antonio Ordóñez y Antoñete, nada menos, y publicaron un especial con los datos del período.

Buenos datos. Pero las frías estadísticas no pueden traducir el fragor de aquellos años buenos en que para brillar hubo de no dejarse borrar por las luces de Ortega Cano, Espartaco,“Joselito”, José Tomás, Enrique Ponce, Uceda y al final del Juli, entre otros.
La esencia del toreo es intraducible a las matemáticas, como también lo es a los lenguajes de la pintura, la escultura, el cine, el video, el Internet y la literatura, por mucho y bellamente que se hayan esforzado en capturarla. Hay que vivirla, hay que haber estado ahí, ahí mismo.

Esa década, marcada a fuego en la piel y en la sangre del pequeño bogotano, en el recuerdo de quienes fuimos testigos y como el coro griego replicantes, y en los archivos y videotecas, va más allá del cliché de la cuatro puertas grande consecutivas en el 91, de la feroz batalla con “Bastonito” en el 94, de las apoteosis en otras plazas y de los faenones malogrados con la espada.
¿Cómo la construyó? Quizá solo haciendo lo que Joaquín Vidal adivinó en su crónica “La gran conmoción”, del País el 2 de octubre del 91: Nada nuevo ocurrió… Pero había quienes no habían visto jamás lo que es el toreo puro y, precisamente, eso fue lo que César Rincón reverdeció en el ruedo de Las Ventas.”

lunes, 25 de noviembre de 2013

MATAR El TORO


MATAR El TORO
(Publicado por la revista “Nuestra Fiesta”)

Jorge Arturo Díaz Reyes
La fiesta de toros, la corrida, es el único rito sacrificial, que ha sobrevivido desde los albores de la inteligencia, desde el parto de los mitos, desde el alumbramiento de la civilización.

Mircea Eliade, filósofo escritor e historiador de religiones, rumano y calvo por más señas, muerto hace treinta años sin la menor posibilidad de ser acusado de taurino, lo constató y luego lo escribió:El toro y la gran diosa son las deidades que vinculan todas las religiones protohistóricas de Asia, África y Europa”.

Jacques Cauvin, francés y arqueólogo insigne, informa en su libro: “El nacimiento de los dioses y la agricultura”, publicado por la universidad de Cambridge en 1994, que las primeras evidencias de confrontaciones rituales del hombre con el toro, tienen por lo menos diez mil años, aunque de seguro son mucho más antiguas, y que la lucha mortal con el animal sagrado implicaba no un acto de crueldad sino de abnegación al arriesgar y sacrificar lo que le corresponde a los oficiantes en prez y favor de los dioses.

Marija Gimbutas, estonia y autoridad mundial en culturas prehistóricas europeas, en su texto “Dioses y diosas de la vieja Europa” identifica el toro como la primera deidad (el Dios macho), “La Gran Diosa, emerge milagrosamente de la sangre del toro sacrificial y en su cuerpo comienza nuestra vida”.

El toro simbolizó desde los orígenes de la cultura, la virilidad, la fuerza, el poder, la fertilidad, la vida, su cuerna evocó la media luna creciente, los cambios climáticos que beneficiaban o perjudicaban las cosechas, y traían la prosperidad o el hambre. En su culto se recreaba el misterioso ciclo de la vida, la muerte y el renacer.

Como animal sagrado no podía ser muerto con infamia, debía respetarse, reverenciarse, ofrendarse a él, sacrificarse con dignidad y pompa. Con identidad, liturgia y honor.

No cabe aquí detallar como este rito de arriesgar con el toro y darle muerte ceremoniosa subsistió a lo largo de la historia. Cómo pasó por Sumeria, Egipto, India, Grecia, Roma, Iberia. Cómo los judíos adoraron al toro joven (becerro de oro). Cómo campeó en la Edad Media bendecido por el catolicismo (credo de piedad). Cómo arraigó en América. Ni como llegó hasta hoy, convertido en la corrida moderna, esta celebración que nos vuelve a poner cada vez frente a la realidad más honda, inexplicable e insoslayable de nuestra efímera existencia; que no hay vida sin muerte, y como nos recuerda que la nuestra es una fiesta trágica de la cual vale salir con dignidad.

El toro de lidia, es el único ser que hoy en día los hombres no matamos a traición, y la corrida, esta celebración ancestral, llamada por García Lorca “la fiesta más culta”, nos permite aún sentir que conservamos decencia, respeto y equidad en nuestra relación con la naturaleza. Por todo esto y más, en ella se mata el toro como merece, con identidad, con reverencia, en suerte suprema, batiéndose cara a cara y en ruedo ceremonial. No como a la inmensa mayoría, en la sordidez de los mataderos.

Cali XI 2013

miércoles, 9 de octubre de 2013

Nimes 2000 años de toros, 50 de feria

Nimes 2000 años de toros, 50 de feria
(Publicado por Burladero.com 2002 )
Jorge Arturo Díaz Reyes
Habrá plazas mas exigentes, mas pomposas, mas bonitas, mas alegres, mas engreídas, y hasta mas importantes si se quiere, pero no las hay mas imponentes. Ninguna.

La de Nimes, obra de romanos, mas vieja que el cristianismo mismo, solemne, pesada y firme sobre sus 2029 años, ha visto correr toros bravos desde mucho antes que las corridas existieran.

Mirando sus antiguos arcos, columnas y grandes bloques piensa uno en las cosas que habrán visto y oído durante los dos milenios en que han albergado aficionados a los ritos de honor y sangre. Para no contar, claro, las incontables cosas que deben haber visto y oído durante las ominosas décadas del siglo XIX cuando los no taurinos la desviaron de su ritual destino para convertirla en prostíbulo y guarida de maleantes. Aunque también, justo es decirlo, prestó servicio militar (fortaleza) cuando se le requirió en defensa de la ciudad.

En su ruedo han oficiado los grandes toreros de la era moderna, empezando por “El Tato”, cojo glorioso, uno de cuyos carteles originales conserva intacto el museo. Aquel del 10 de mayo de 1863, en el que alternó con “Regatero” y Mariano Antón frente a toros camargueses.

Desde la primavera de 1952, en que “Pepe” y Luis Miguel Dominguín, acompañados de Rafael Ortega, el último “Gallo”, matando toros de Urquijo, inauguraran la feria que ahora cumplió 50 años, por aquí ha desfilado lo mejor de lo mejor. También matadores colombianos caminaron su largo paseíllo , el más, (66 metros); “Pepe Cáceres”, “Vásquez II, “El Puno”, “El Cali”, César Rincón, cada uno en su momento, cual más, cual menos, hicieron retumbar ovaciones y marcaron sus recuerdos en el histórico ámbito.

El público nimeño, torerista y afectuoso, se pasó, y, tal vez como celebración cincuentenaria, convirtió la “Puerta de los Cónsules” en una especie de puerta giratoria, sacando por ella día tras día a: Ferrera, porque mato solo seis ibanes. A Castella, por paisano. A “El Cordobés” porque se despidió. A Ojeda, por el ojedismo. A “El Juli” porque es “El Juli” y a Jiménez, porque lo apodera el dueño de la feria (Simón Casas).

En contrapartida, el toro de Nimes es más serio y usa hierros de Miura, Palha y Victorino, como pa´que respeten esta plaza, en cuyos alrededores, pase lo que pase adentro, hierve siempre una fiesta feroz de corte sanferminero.

No duele robarle unos días a San Isidro para venir a la Camarga francesa, tierra tan torera, en la que Antonio Ordóñez quiso que dispersaran la mitad de sus restos, la mitad que no dejó en el ruedo de Ronda. Lo malo fue que mientras yo cumplía esa romería, en Madrid salió el toro de la feria (el Hernández Plá bordado por “El Cid”) y Ferrera, Tomás y Ponce abrieron la puerta grande de Las Ventas, dando lugar a que a mi llega los amigos me recibieran con una sonrisa pretenciosa y un: --ya te perdiste lo mejor-- Una cosa por otra.

Jorge Arturo Díaz Reyes, Nimes
03.06.2002

Cali, plaza con historia

Cali, plaza con historia
(Publicado por Burladero.com 2001)
Jorge Arturo Díaz reyes

Réplica de la vieja plaza Granada. Foto: Jorge Arturo Díaz Reyes

El viernes 28 de diciembre la plaza de Cañaveralejo cumple 44 años. Mucho ha corrido el río bajo los puentes y el toro sobre el ruedo, desde aquella tarde inaugural cuando el caleño "Joselillo de Colombia" le pegó al negro, terciado y manso, "Resoplón" de "Clara Sierra" el  primer lance.

Sin embargo, pese a lo mucho que han corrido toro y río, la historia de la plaza, que anda por ahí, desperdigada en crónicas y libros, no es una historia larga si la comparamos con los 441 años que según infolios memoriales lleva la presencia de las fiestas de toros en esta ciudad tan desmemoriada. No es larga, cierto, pero ha sido intensa. A ello ha contribuido "la feria" nacida en el mismo parto.
Tampoco es una historia única, si tomamos en cuenta que Cali ha tenido más de 15 plazas de toros desde el 25 de septiembre de 1892, cuando el madrileño Tomás Parrondo "El Manchao" abriera la primera temporada de cuatro corridas modernas, en una de guadua (bambú) levantada donde hoy está el Centro Administrativo Municipal CAM. No es única, cierto, pero ha sido importante. A ello han contribuido el acertado manejo y la fidelidad de la afición.
Una fidelidad que hizo del "lleno" el distintivo de Cañaveralejo, llegando a ser por muchos años la única plaza del mundo que vendía la totalidad del aforo con diez meses de anticipación. Sólo se le acercaba la de Pamplona (España) que vendía con igual antelación el 90% de la boletería, ya que por ley debía dejar un 10% para el día de la corrida.
Cali proclamó entonces con holgura, con  orgullo  y quizás con justicia: "Los mejores carteles del mundo para la mejor feria de América". Por su ruedo desfilaron, salvo muy pocas excepciones, todas los grandes toreros del último medio siglo. Su toro comenzó a tener identidad; "El toro de Cali". Su administración de tipo cívico, distribuía sus buenos réditos entre obras sociales y promoción de la fiesta.
Así era, la vida próspera y feliz de la plaza, sí señor, hasta que hace unos tres años, varias nocivas circunstancias se juntaron en su contra: Los vientos lúgubres del neoliberalismo que abatieron la economía nacional. La campaña de mala leche propiciada por unos y oficiada por otros que no se contaban suficientemente gratificados. Y la gestión anticívica de un alcalde, que anda por ahí riéndose y abrazándose con todo el mundo. 
Comienza la feria 2001 - 2002 y ante el toro pregonao de la crisis, la empresa valientemente se ha tirado a los medios; ha rehuido las figuras cómodas, optado por los toreros de casta y (según dicen), por el toro de trapío. Ahora sólo falta ver si volverán los buenos aficionados del tejadillo sus llenos a colgar.



© Burladero.com. Cali, 23.12.2001

Pamplona siempre

Pamplona siempre
(Publicado por Burladero.com)

Por: Jorge Arturo Díaz Reyes

Aunque hace casi un milenio los matatoros ya cobraban duro por torear los Sanfermines (hay documentos), y hace dos siglos, el inefable Goya inmortalizó, con aguafuertes, varias suertes toreras que nacieron en sus corridas, estas fiestas pamplonicas continuaban siendo una celebración local, desconocida, enquistada, en las faldas de los Pirineos, hasta setenta y cinco años atrás, cuando un gringo joven y borrachín, vino, se maravilló con su auténtica vitalidad, y publicó una crónica novelada que los volvió mundialmente famosos a los dos; a él, y a la feria, que, por esta vía, fue desflorada de su campechana virginidad, haciéndose cada vez más promiscua, multitudinaria y cosmopolita, pese, o gracias, a mantener su mismo provinciano atuendo y sus mismas anticuadas maneras de carnaval mediterráneo, primitivo, medieval, tal vez prerrománico.

Una explosión orgiástica de toros, vino, comida, música, danza, gregarismo, todo junto, todo sin pausa, todo sin límite. Una catarsis, un desafuero colectivo en el que la vida bulle con telúrica y juvenil energía; feliz en el exceso, en el juego, en el peligro, en la liberación del miedo a la muerte.

Aquí se vuelve a los orígenes, se torea, como se cazaba; en manada. Todos son toreros y protagonistas, los mozos arriesgan mucho por las calles, y después (con autoridad moral) participan intensamente juzgando la corrida formal. Más que en otra plaza, en esta, ellos asumen su papel de coro griego, parte integral del drama.
¿Por qué hacen tanta bulla? ¿Por qué no ven las corridas inmóviles y callados como en Sevilla? ¿O enfadados y renegando como en Madrid?¿Por qué prefieren el toro grande y fiero al proporcionado torito artista? ¿Por qué aplauden a los toreos que burlan de verdad la muerte y les vuelven la espalda bailando a los que sólo simulan hacerlo?
Porque de eso se trata precisamente. San Fermín es una vieja fiesta joven y son los jóvenes los que le dan su contenido de renovadora bacanal, hay que serlo para vivirlo, como lo era Hemingway cuando la descubrió y se la descubrió a los sucesivos jóvenes que se congregan todos los años, procedentes de un mundo que ha esclavizado el instinto y suprimido estos biológicos ritos de liberación y renacimiento. Sólo ellos, los jóvenes, que aman la vida e ignoran la muerte, pueden disfrutar, o siquiera resistir, una semana insomne, irresponsable, corriendo toros bravos al amanecer, hartándose de vino y comida, brincando y cantando en las corridas al atardecer y festejando desde el anochecer para volver a empezar. 
San Fermín es una vieja fiesta joven porque los jóvenes envejecen, mueren, pero la fiesta, la vida, no, siempre llegan otros jóvenes. Y como en la cita bíblica a la que se atribuye el título de la novela sanferminera de Hemingway; "The Sun Also Rises".
"Pasa una generación y viene otra, pero la tierra es siempre la misma. Sale el sol, pónese el sol y corre con el afán de llegar a su lugar de donde vuelve a nacer".
Lo sabe Luis Francisco Esplá que reapareció en Pamplona el pasado 8 de julio, a los quince años de una famosa bronca suya con el público. Preguntado durante la corrida si al volver después de tres lustros había notado cambio, sonrió y dijo: 
-"Nada, no ha cambiado nada, sólo que los que entonces se sentaban aquí -señaló con el pulgar a los bulliciosos mozos de sol- ahora se sientan acá –y señaló con el índice a los circunspectos y cariacontecidos mayores de sombra".
Pasa una generación y viene otra... el joven Hemingway es ahora la estatua de una anciano muerto hace muchos años. El joven Gaona que hace un siglo clavó aquí su histórico par, es ahora un recuerdo desvaído. Los mozos que corrieron los encierros de 1923, con los que Cayetano Ordóñez deslumbrara en el ruedo, ahora ya no existen, Cayetano tampoco, este año toreó su bisnieto, como hace cincuenta había toreado su hijo. Pasa una generación y viene otra, pero Pamplona siempre...

Jorge Arturo Díaz Reyes
© Burladero.com. Madrid, 16.07.2001

Evocación de Manolete


Evocación de Manolete
 (Publicado por las revistas Épocas y La Mejor)  
Jorge Arturo Díaz Reyes

Aires de Cervantes y El Greco evoca la iconografía de aquel hombre introvertido y tímido que sin quererlo, con su pasión y muerte personificó la más grande leyenda del toreo. ¿Qué aficionado no le tiene un lugar en sus pensamientos? ¿Cuál no ha tomado partido en la controversia que le ha sobrevivido por más de medio sigo? ¿Hay uno que no sepa que murió de toro, de Miura y en Linares? Ninguno.

Pese a que ya viven muy pocos que le conocieron, ninguno se siente ajeno al mito. Yo mismo, en un muro de mi casa conservo desde hace muchos años con religioso fetichismo, una copia del cartel de aquella tarde, y yo tampoco le conocí. No pude, llegué tarde, pero como hijo de aficionado comencé a oír de sus hazañas y pecados mucho antes de aprender a leer; anécdotas, exageraciones, juicios.

Manolete, fue uno de los tempranos héroes que poblaron mis fantasías infantiles. Desprecio del miedo, elegancia frente al peligro y una muerte romántica, doraban esa imagen magra y alargada, de rostro triste marcado por una cicatriz gloriosa. Como en las películas de vaqueros, él era el bueno, los otros eran los malos. Esa imagen cambiante, deformada, enriquecida por más de medio siglo de afición continua conmigo, habita mi memoria como habita en el mundo de los toros, como habitan los mitos. Ya no es el que fue, ahora es el que cada quien construye, unos lo agrandan, otros le minimizan, no pocos le calumnian.

No importa, él ya no existe, ya fue, ya vivió su circunstancia como pudo y dejo unos recuerdos imprecisos, como todos, unas fotos y unas filmaciones que la historia y la literatura siempre falaces, injustas y a posteriori se han encargado de manejar a discreción y sin recato.

Quizás el Manolete que pensamos es otro Manolete, quizás tan diferente que poco importaría que no hubiese sido. Quizás no fue el mejor torero, ni el más valiente, ni el más artista, ni el más puro, ni el más importante, ni el más bizarro. Pero quizá lo fue, ojalá, porque es así como quisiéramos que hubiese sido. Incólume, vertical, inflexible, cual un mástil azotado por la tormenta, sembrado en los talones, con la muleta baja y la mirada perdida en el tendido, desdeñando su vida para emocionar una plaza, sacrificando un mundo para pulir un verso, firmando con sangre porque la sangre es espíritu como rezaban (y aplicaban) los románticos del siglo XIX. Yo quiero recordarlo así, matando cara a cara, dando las ventajas al enemigo, jugándose con honor (esa virtud que ya no existe), siempre, hasta el último encuentro, aguantando todo como un caballero andante. Yo prefiero imaginarlo así.

El otro día, cuando acudía como paciente al consultorio de Mario Posada, después del consabido penar odontológico, tal vez como consuelo, me hizo seguir a su estudio y me mostró uno de sus tesoros; la fotografía de “Manolete”, “Gitanillo de Triana” y Carlos Arruza, en el Nutibara de Medellín, año 1946. Hay miles de copias de aquella foto pero la de Mario está dedicada por el mismo Manuel Rodríguez Sánchez de su puño y letra “A Don Pepe Castoreño. Mirándola, olvide mi muela y me conmoví reencontrándome con los viejos recuerdos de mi padre.
Jorge Arturo Díaz Reyes, Cali, II 2005