miércoles, 18 de diciembre de 2013

UNA LANZA POR LOS "MALOS"

¡La vuelta! ¡La vuelta!

Jorge Arturo Díaz Reyes


Parecía, Cañaveralejo, la plaza que desde hace muchos años da más festejos por temporada en Colombia, renunciaba en este 2013 a su tradicional pre feria y se quedaría solo con los siete del ciclo ferial cayendo de una, estadísticamente, del primero al cuarto lugar en el país. Parecía, venía y dolía.

Pero de pronto apareció Edwin Salazar, matador de toros, empresario incipiente y desfacedor de entuertos. Le vendió la idea a la Plaza de Toros de Cali S.A. propietaria y gestora, después asumió todos los riesgos y todos los esfuerzos, y al final sorprendió, convenció y coronó salvando la tradición y la categoría de la plaza. Faena de valiente, faena de tesón, faena de torero.

Sin duda montó una de las mejores. Para el recuerdo,  y eso que por ella en el pasado no lejano, y en medio de llenos, desfilaron novilleros inolvidables como El Juli, Castella, Perera, Bolívar. Primero, por la organización (perfecta no, eso no existe, pero encomiable sí), desde las porterías hasta la banda.

Segundo, por el ganado, presentación y casta en alto porcentaje con la emoción consecuente. Luego, por la selección de los novilleros, que dejan una estela de ilusión; el venezolano Colombo, el manizaleño Hurtado, el bogotano Alzate, el payanés Valencia, el caleño Salcedo se revelaron y pusieron cada uno a su turno y a su modo la plaza en ascuas. 

Finalmente, por la convocatoria de todas las voluntades del toro que contagiadas acompañaron la gesta. El público no tanto, como era costumbre, pero sí más que el pasado año, y seguramente menos que el próximo. Porque Salazar debe repetir, los triunfadores repiten.

Hablar mal de los empresarios es el deporte rey en el mundo del toro. Son los inveterados “malos de la película” (según los “buenos”), algunos lo merecen, cierto, pero sin ellos no hay fiesta. Se arriesgan, sudan, fallan, aciertan, fracasan, triunfan; su miedos, sus cornadas, sus dolores no salen en los medios, en los poemas, en las pinturas. No dan vueltas al ruedo ni les llevan a hombros. Ganan, cuando ganan, y se le mira con recelo. Pierden, cuando pierden, y se les abandona. Edwin Salazar, uno modesto y teso, ha partido una lanza por todos ellos en Cali. Dan ganas de gritar ¡La vuelta! ¡La vuelta!