Pamplona
siempre
(Publicado por Burladero.com)
Por: Jorge Arturo Díaz Reyes
Aunque
hace casi un milenio los matatoros ya cobraban duro por torear los Sanfermines
(hay documentos), y hace dos siglos, el inefable Goya inmortalizó, con
aguafuertes, varias suertes toreras que nacieron en sus corridas, estas fiestas
pamplonicas continuaban siendo una celebración local, desconocida, enquistada,
en las faldas de los Pirineos, hasta setenta y cinco años atrás, cuando un
gringo joven y borrachín, vino, se maravilló con su auténtica vitalidad, y
publicó una crónica novelada que los volvió mundialmente famosos a los dos; a
él, y a la feria, que, por esta vía, fue desflorada de su campechana
virginidad, haciéndose cada vez más promiscua, multitudinaria y cosmopolita,
pese, o gracias, a mantener su mismo provinciano atuendo y sus mismas
anticuadas maneras de carnaval mediterráneo, primitivo, medieval, tal vez
prerrománico.
Una
explosión orgiástica de toros, vino, comida, música, danza, gregarismo, todo
junto, todo sin pausa, todo sin límite. Una catarsis, un desafuero colectivo en
el que la vida bulle con telúrica y juvenil energía; feliz en el exceso, en el
juego, en el peligro, en la liberación del miedo a la muerte.
Aquí
se vuelve a los orígenes, se torea, como se cazaba; en manada. Todos son
toreros y protagonistas, los mozos arriesgan mucho por las calles, y después
(con autoridad moral) participan intensamente juzgando la corrida formal. Más
que en otra plaza, en esta, ellos asumen su papel de coro griego, parte
integral del drama.
¿Por
qué hacen tanta bulla? ¿Por qué no ven las corridas inmóviles y callados como
en Sevilla? ¿O enfadados y renegando como en Madrid?¿Por qué prefieren el toro
grande y fiero al proporcionado torito artista? ¿Por qué aplauden a los toreos
que burlan de verdad la muerte y les vuelven la espalda bailando a los que sólo
simulan hacerlo?
Porque
de eso se trata precisamente. San Fermín es una vieja fiesta joven y son los
jóvenes los que le dan su contenido de renovadora bacanal, hay que serlo para
vivirlo, como lo era Hemingway cuando la descubrió y se la descubrió a
los sucesivos jóvenes que se congregan todos los años, procedentes de un mundo
que ha esclavizado el instinto y suprimido estos biológicos ritos de liberación
y renacimiento. Sólo ellos, los jóvenes, que aman la vida e ignoran la muerte,
pueden disfrutar, o siquiera resistir, una semana insomne, irresponsable,
corriendo toros bravos al amanecer, hartándose de vino y comida, brincando y
cantando en las corridas al atardecer y festejando desde el anochecer para
volver a empezar.
San
Fermín es una vieja fiesta joven porque los jóvenes envejecen, mueren, pero la
fiesta, la vida, no, siempre llegan otros jóvenes. Y como en la cita bíblica a
la que se atribuye el título de la novela sanferminera de Hemingway;
"The Sun Also Rises".
"Pasa
una generación y viene otra, pero la tierra es siempre la misma. Sale el sol,
pónese el sol y corre con el afán de llegar a su lugar de donde vuelve a
nacer".
Lo
sabe Luis Francisco Esplá que reapareció en Pamplona el pasado 8 de
julio, a los quince años de una famosa bronca suya con el público. Preguntado
durante la corrida si al volver después de tres lustros había notado cambio,
sonrió y dijo:
-"Nada,
no ha cambiado nada, sólo que los que entonces se sentaban aquí -señaló con el
pulgar a los bulliciosos mozos de sol- ahora se sientan acá –y señaló con el
índice a los circunspectos y cariacontecidos mayores de sombra".
Pasa
una generación y viene otra... el joven Hemingway es ahora la estatua de
una anciano muerto hace muchos años. El joven Gaona que hace un siglo clavó
aquí su histórico par, es ahora un recuerdo desvaído. Los mozos que corrieron
los encierros de 1923, con los que Cayetano Ordóñez deslumbrara en el
ruedo, ahora ya no existen, Cayetano tampoco, este año toreó su
bisnieto, como hace cincuenta había toreado su hijo. Pasa una generación y
viene otra, pero Pamplona siempre...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario